viernes, 12 de marzo de 2021

42-2020

" Y desde estas piedras miles de años os contemplan". Frase para la posteridad.

El año pasado me regalaron para el cumpleaños una postal en la que venía escrito: "42, el sentido de la vida".

Creo que nunca nada fue más premonitorio que esa carta.

A los 42 creo que la conciencia del todo llega de golpe. Es como una bofetada que un día te gira la cabeza y pasas de ser un adolescente con dramas por todo a un cuasi anciano al que se la trae todo al pairo. Más o menos.

Me miro en un espejo y no me reconozco.

Hay una persona ojerosa, canosa, con los surcos de la vida marcados en la piel, que me mira con cara de pena desde el cristal de enfrente, mientras que desde este lado, aquella cría que dos moños y atuendos estrafalarios, de pelo negro e ideas extrañas, se siente aterrada por lo que ve.

Supongo que el madurar es una toma de consciencia brutal que nos asalta de repente y que nos hace preguntarnos eso de qué he hecho con mi vida. 

Sinceramente, no lo sé.

Los últimos 20 años han pasado sin pararse a mirar el camino y a día de hoy, me sorprendo pensando en qué podría haber sido y lo absurdo de ese pensamiento, ya que lo que no fue, ya nunca será.

No dejamos de ser una metáfora del agua de un río: siempre corriendo, siempre discurriendo, siempre igual, siempre cambiando. Pero ¿es el mismo río el que se mantiene ante nuestros ojos como la persona que se cree constante, o no dejan de ser multitud de gotas de agua que transcurren sin pararse, como los momentos de nuestra vida, que nos hacen evolucionar, avanzar y cambiar?

Ni idea.

Lo único que sé es que todo se vuelve más intenso, cuando creías que intensidad eran las emociones que te asaltaban a los 20. Todo tiene otro ritmo, otra importancia.

Lo único que tengo claro es que la vida se nos escapa entre los dedos cuando hacemos otras cosas.

Disfrutemos más, riamos más, amemos más.

Todo lo demás, es agua arrastrada por la corriente de nuestra existencia.

Tengo pocos tatuajes. Éso sí lo tengo claro.

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