sábado, 10 de noviembre de 2007

El aditamento licencioso

Hay cosas curiosas en este mundo: alg-unos prohíben y los mismos permiten, para unos se quita el derecho de hacer algo y para otros se concede el privilegio de hacerlo todo.
Antes era pecado comer carne en semana santa pero no para quienes aforaran el precio de una bula, así que sólo unos pocos eran capaces de pagar por comer la carne en esas fechas concretas -y la carne, que además podían pagar por ella-. Ahora es pecado comer carne viendo el precio que tiene y uno ha de limitarse al pescado y a este paso incluso los huevos y la leche saldrán pronto de nuestra dieta como si de ciudadanos de a pie de calle en festividades patronales se tratase, pero... ¿estas exclusividades relativas se limitan sólo al buche o se extienden a otros ámbitos? Claramente: se extienden, se democratizan y se pervierten.

La comparación puede resultar estúpida -y, como casi todas, odiosa- pero no deja de ser más que el reflejo de una costumbre ligada a la posesión de un objeto que vamos a llamar licencioso, sea un papel firmado con cuño eclesiástico y con cuño italiano, aunque ambos sean más falsos que un duro de seis pesetas: ¿es cosa mía o el hecho de llevar un bolso con una insignia determinada colgado del hombro concede al portador el privilegio del aplaste ajeno?

Vamos a entrar en antecedentes: las mujeres somos víctimas de los designios de los cerebros rectores de las modas. Algunos hombres también, pero lo nuestro es por demás. Si uno de estos quemados por lámpara de salón de belleza dice que se lleva el salir de casa con un rodillo sucio colgando del cinto o liado a la cabeza, se sale. Si lo llevas te miran -al principio- y cotillean, si no, también. Las mujeres somos así: malas por naturaleza y entre nosotras mismas, peor.

El otro día iba en el bus, mediado de gentes cual lata de sardinas en conserva de las de ahora, que las de antes venían más apretaditas. Varios huecos en las filas de asientos dobles al final y lo que quedaba de un trayecto bastante largo me animaron a sentare, asiento pasillo.
En una de las paradas se subieron varias féminas todas ellas repimpantes cual Marías Antoniettas de Sofía Coppola, perfectamente a la moda: con las albardas de pollino que se llevan esta temporada colgadas del hombro y con un desprecio absoluto por la raza humana circundante: si no recibí cuatro bolsazos, uno por cada una de las portadoras de ofrendas perpetuas para toda la acrópolis o sufridoras de eternos dolores de espalda, no sufrí ninguno. Eso sí: cuatro al subirse éstas y otros cuatro al bajarse las mismas, que esta menda permanecía sentada en el mismo lugar cuando el billete de estas ninfas del transporte público tocó a su fin.

Este párrafo puede resultar un pelín ofensivo y recordar en ciertos términos aquel famoso escrito del padre de Alatriste que levantó ampollas por escribir cual macho ibérico en periodo de berrea influido en gustos por ciertos especímenes extintos de materia cinefílica y humana... Pero no van por ahí los tiros, van más por el hecho de que uno, como usuario de algo ha de ser consciente de que ese algo -sobre todo si es público- tiene otros usuarios, pero... ¿si llevas el bolso de moda en la temporada? Nooooo: puede uno hacer lo que le de la gana, aunque sea arrancar la cabeza de otro de la que pasa.

¿A qué viene esto? A que soy usuaria de transportes públicos por los siglos de los siglos y mi efecto personal más querido y utilizado junto con la eterna pasmina al cuello, es la mochila: ese objeto que se coloca en la espalda y es como una prolongación de la persona que algunos utilizan como material bélico. Yo no suelo hacer esto último. ¿Por qué? Porque soy un pelín repunante: si me molesta que me empujen con las mochilas, sospecho que yo también puedo molestar a los demás. Por ello, siempre al entrar en un bus el procedimiento es el mismo: retirada de la mochila de la espalda para tener controlados sus movimientos.

Pero es que lo de los bolsos tamaño salvaje es la monda y peligroso donde lo haya: no sólo te revientan la espalda -ya que cuanto más grande es el bolso, más mierda entra dentro y por ende, más pesa-, si no que más riesgo de colisión con objeto contundente corre la gente que rodea a las divinas de CH y otras copias del top manta en los espacios cerrados y angostos. Porque claro, las que llevan originales, no utilizan el transporte público y mucho menos -algunas, otras no tanto- van arrancando cabezas para que al caer al suelo digan estas testas asombradas:

Gott im Himmel, Es ist eine Carolina Ferreras Handtasche!
(¡Dioses del cielo, es un bolso de Carolina Ferrera!)

Luego el llevar un tipo de bolso de moda es una licencia para matar similar a la de comer carne y otras veleidades que se obtenían comprando las bulas...

Sobre lo de los pantalones cortos invernales con botas altas, ya rajaré otro día...

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4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Desde que en el colegio me marginaron por no llevar unas zapatillas de marca, lo de ir a la moda no quiero oirlo ni en pintura.
Por cierto, esos antiguos compañeros de clase hoy día van de afiliados a las juventudes socialistas; bueno, también hay algún que otro del PP, para no ponerme partidista.

11 de noviembre de 2007, 0:50  
Blogger Hiroshige said...

No sé por qué me da que pasamos por el mismo calvario "educativo", pero no fue nada más que por las zapatillas lo mio: imagínate que además me gustaba leer, música que no sonaba en los cuarenta principales y la ropa me la hacía mi madre... Vamos, de ahí salieron todos los traumas que arrastra mi vida, pero no pasa nada, ya sabes que lo que no mata, hace más fuerte y conseguí seguir adelante conmigo misma y poco más.
Por eso me parecen tan mal algunas de estas cosas que pasan cotidianamente: cada uno es como es, pero siempre y cuando se respete a los demás.

12 de noviembre de 2007, 0:19  
Anonymous Anónimo said...

Lo de los bolsazon en el bus es universal, me temo. Qué se le va a hacer! Oye, quiero una foto de tu mascota escribiendo en el portátil ;)

13 de noviembre de 2007, 10:35  
Blogger Hiroshige said...

Ya te digo, Loca por las Compras.
La próxima vez que lo pille encima del portátil antes de lincharlo le hago una foto ;-)

14 de noviembre de 2007, 22:03  

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