miércoles, 20 de marzo de 2013

Invadir al prójimo y otras lacras "socialmente aceptadas"

Estoy hasta los cojones, pero eso no es nuevo.

La gracia es que ahora lo estoy y no puedo tomarme un tranquilizante para que no me hierva la sangre.

Yo no sé a quién maté pero el día que decidí "vivir en pareja" no pensé que eso conllevaba vivir con otra persona y varias más que entrarían y saldrían de tu vida hasta cuando estuvieras sentada en la taza del water.

Era muy ilusionante lo de tener una vida compartida, con tu intimidad y todo eso que suena tan bonito e idílico.

La gracia es que de repente te das una hostia contra la cruda realidad que nadie te contó: los convencionalismos sociales y el cómo vas a ver que algunos se toman tu casa por el pito de un sereno y creen que pueden entrar y salir cuando les viene en gana.

Tengo "una preñaura de seis meses", mil consejos por parte de médicos y amigos de que intente llevar el embarazo con la mayor tranquilidad que pueda porque el estrés es malo para el "proyecto de persona" y resulta que mi mínimo nivel de estrés pasa por rucarme la cabeza tooodos los putos días que suena el timbre con el "si ahora hacen esto, que no intentarán hacer cuando haya crío aquí".
Vamos, tranquilidad con subidas de tensión, vómitos, diarrea... Mola que te cagas. Literalmente y en dios entre otras cosas.

Estoy muy hasta los cojones. Llevo muchos años odiando a muerte las visitas a las horas de comer y a partir de las 9 de la noche y hoy ha vuelto a la carga plantándose aquí a las 9 de la mañana sin ni siquiera molestarse en picar en el puto timbre de abajo, lo cual indica que sigue tomando esta casa por una casa de putas y eso que no hay cartel de  "pase sin llamar que estamos abiertos 24 horas...".

Estoy harta. Tanto que la aceptación social que debería de tener hacia la familia política se está convirtiendo en un odio visceral que va en aumento, sobre todo cuando se presentan en casa con cara de corderos degollados cuando está la otra parte contratante, para preguntarte "qué tal estás", y vienen o te cruzan por la calle cuando vas sola y te miran con cara de asco o te apartan la cara para no verte.

Y todavía se atreven a decir que "tendrás que tragar como los demás...".
¿Y qué más? ¿Poner la vaselina?

Familia, puta familia.

Cada vez me gusta más el final de El Padrino.

Necesito una escopeta para dentro de tres meses y un pintor: el salpicón tipo Tarantino que va a quedar al otro lado del descansillo de la escalera va a ser legendario.

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