jueves, 2 de noviembre de 2006

Viaje con nosotros... si quiere gozarrrr

Y disfruteee... de las famosas historias queeeeeee les vamos a contaaaaar.
Algo así decía una canción de un programa de Gurruchaga que ponían hace la de dios de años en la tele -no, no voy a pagar canon por esto-. El tema trataba sobre un viaje ficticio en un vagón de tren con un invitado especial al cual se entrevistaba.
Voy a cambiar el telón de fondo y sugerir que en lugar de en un tren viajamos en cualquier transporte público porque no hay dinero para comprar un coche y si lo hubiera, no habría donde aparcarlo. De esta historia siempre fuimos todos invitados especiales y quien más y quien menos tiene una anécdota que contar... porque las de medios de transporte.. son buenas. Por ejemplo, un día de invierno iba a la facultad con mi abrigo negro hasta los pies, mis pantalones de cuadros escoceses rojos, mi bufanda perpetua y mi gorro de lana seudorrastafari, sentada en un departamento de los viejos trenes de Renfe de cuatro asientos juntos. Estaba sola. Para el tren en una estación. Se sube la típica señora de taitantos que se sienta en los asientos de enfrente, me mira de arriba a abajo, se levanta y se va. Debía de tener mala pinta por aquella época...
Otra más. Cierto día se me ocurre cederle el sitio a una paisanina totalmente descojonada que no podía ni con el canario. “Siéntese aquí que yo puedo ir de pie”.. “Gracies fía. ¡MARUJAAAAAA, siéntate aquí que dejan un asiento libreee!” Y Maruja estaba mucho mejor que yo para requerir un asiento, pero se sentó.
Lo de dejar asientos a personas mayores o similares es una cosa que siempre hago cuando viajo en transporte público porque no me gustaría que mi wela con sus 80 y pico tuviese que ir de pie o mi madre con las muletas a cuestas sufriera un accidente por el mismo hecho. No es ya una cuestión de cortesía o respeto, de esos que no se llevan, es simplemente que me gustaría que a ellas se les cediese el asiento como yo lo hago. Pero esto no es una buena idea porque el típico dicho de “es que los jóvenes no tenéis educación” es dudoso y reversible hacia quien lo dice: normalmente la gente mayor. Éstos si que están sin cepillar. Un día otra wela perniquebrá me dijo de muy malas maneras que si la veía tan vieja como para dejarle el sitio, que no lo quería para nada y sólo le faltó pegarme. Otro día, iba con mi padre recién operado de las rodillas a coger un autobús cuando, literalmente, al subir lo arrolló una dulce ancianita. Poco más y tengo que sacarlo del salpicadero del bus, aunque esto no justificó el grito de “¡paisana que me lu matas!” y yo quedé de maleducada.
Hoy fue el no va más de las experiencias del transporte público. Me subo. Me coloco en el espacio libre de asientos destinado a sillitas de niños y de ruedas, justo en la esquina para poder agarrarme bien. Acto seguido se me arrima una “señora” de sus setentas que estrujó mi bolsa de lechugas hasta que no pudo más. Había gente, pero no era para tanto comparado con coger un bus a las siete de la tarde que entonces sabes lo que siente una sardina enlatada. Arranca el autobús y la “señora” comienza a toser. Hombre, no es que sea hipocondríaca -cosa que soy- pero es que me tosía cada vez más cerca. Surniando el moco... toser... toser... TOSER... surniar... cada vez más y más cerca. Se me estaba pasando por la cabeza lo de darle un pañuelo de papel, pero seguía tosiendo y mi mente comenzaba a nublarse. Microbios... asco... sus toses pegadas a mi nuca... los empujones... y cuando estaba casi subida encima del asiento que hay tras la mampara decidí cambiarme de sitio antes de meterle un empujón y tumbarla a la larga en el suelo del autobús. Ahí tuvo lugar el milagro: la dulce ancianita de los cojones dejó de toser nada más que me cambié de sitio porque -ahí me dí cuenta- lo único que quería era que le dejase el sitio, cosa que hubiera hecho si me lo hubiese pedido.
Moraleja: si una vieja te tose en la nuca cada vez más fuerte y más cerca, reza para haber comido fabada y deja libres tus efluvios corporales cada vez que el cuerpo te lo pida y en respuesta a sus escupitajos. No es que tenga catarro, es que te quiere echar.

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2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

A mi me da una rabia terrible eso de «Esta juventud no tiene educación». Precisamente quien dice ésto en alto suele ser el menos indicado...

Yo también suelo dejar el asiento, dejar pasar en la cola del súper si llevan poco... Pero tiene que salir de mí o, en su defecto, tienen que pedírmelo, no exigirlo; si me obligan, entonces sí que van listos, pueden esperar sentados (o de pie, mejor dicho).

2 de noviembre de 2006, 22:25  
Blogger Hiroshige said...

Mira, de la cola del super no me acordé, pero no es la primera vez que salgo de la misma con una paisana subida en la chepa o con el carrito incrustado en las costillas... Si es que estos paisanos, no hay por donde cogelos :-/

2 de noviembre de 2006, 22:38  

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