martes, 12 de diciembre de 2006

Dedismo y dedocracia, esa nueva religión...

...en la que no nos queda más remedio que creer y rezar para que nos ilumine.

Pero, ¿qué es eso del dedismo? Pues el dedismo es:
  • Cuando se dice que hay planes de empleo y no se cubren plenamente y los plazos de presentación a los mismos no aparecen nunca.
  • Cuando surgen puestos nuevos en el funcionariado o similar del tipo de “autotocapelotas profesional del teniente de funcionario máximus profesus” que nadie sabe que existe ni existió y que no se oferta públicamente porque ya tenía destinatario.
  • Cuando eres afiliado a cierto partido político o sindicato y encuentras trabajo nada más decir “pues igual me gustaría trabajar”.
  • Cuando tu padre es afiliado a cierto partido político o sindicato y encuentras trabajo nada más decir “pues igual me gustaría trabajar”.
  • Cuando eres vecino muy bienavenido de cierto sector político o sindicalero y encuentras trabajo nada más decir “pues igual me gustaría trabajar”.
  • Cuando encuentras trabajo en Asturies y no te lo generas tú mismo.

Por eso, confieso fervientemente mi devoción por el dedismo y espero que el gran Dios Digitalis me bendiga con su sagrada huella, aunque claro está, no lo hará porque previamente tengo que afiliarme a mi y a toda mi familia a cierto sector mafioso y lamerle el culo a unos cuantos borregos durante largas temporadas y si lo hago bien, igual trabajamos por cuenta ajena y sin dar un palo al agua como se viene haciendo habitualmente en los planes de dedoempleo.

Dedocracia, ¿qué es?

La dedocracia es cuando te matas estudiando porque te comieron el tarro durante años diciendo que con estudios trabajaba todo el mundo y un buen día te enteras de que no es así, que si alguien no te bendice con el dedismo no trabajaras nunca.

¿Cómo se desarrolla?

Se desarrolla con esas plazas y planes de dedoempleo mafiosoalcahuetiles que se dan señalando con el dedo.

¿A quién afecta?

A mi no.

¿A qué viene todo ésto?

A la segunda parte de un plan de dedoempleo anterior y a cómo una afectada -que no consiguió empleo de aquella y creí que sufría conmigo- entró a currelar en una de esas plazas fantasmas del lupanar mayor gracias a papi y al subsubsubsubfacineroso de turno.

Mientras para unos es el índice quien señala y provoca la sonrisa fácil de la sorna y la buena vida, para otros es el corazón el que se enseña y genera la desesperanza y la rabia. Mientras, yo levantaré mi pulgar en puño cerrado y apuntaré con él al suelo dirigiendo el brazo hacia los que señalan.

¡Cómo me gusta la época que me ha tocado vivir!

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