Milagros a Lourdes

Ya queda un día e indudablemente, todo lo que no he hecho ya, no lo voy a hacer esta tarde, motivo por el cual he decidido hacer un repasete del único tema que he preparado en condiciones y a ver qué nos depara el futuro. Teniendo en cuenta la suerte que tengo, va a ser jodido, pero el cinco es un buen número y la arquitectura y escultura griega son reconocibles, recordables y humanísticamente personales, así que, dejaré transcurrir el tiempo de rigor y saldré preguntándome cuándo hay que ir a leer el nombre y apellidos, que a esa pregunta respondemos todos.

Después de leer el temario llegué literalmente a la conclusión de que hay que ser imbécil, teniendo unos apuntes bestiales de cinco años de carrera y dos de doctorado, mas una biblioteca de arte medianamente aceptable -sólo me falta algún volumen sobre historia del vestido y el libro-, podía tomarme dos años preparando un temario en condiciones y la cosa sería como la investigación del doctorado a lo burro y con la misma duración: el mejor examen de tu vida porque tú lo preparaste todo.

Debo de ser un poco corta teniendo esperanzas en que el mundo me depare un trabajo ajeno a esto y si hay que dejarse la piel en algo, debería de ser en algo que realmente te gustase. Y eso no es que me guste, es que me apasiona. Aunque el problema de por qué no dedicarse íntegramente a ello se haya en la barrera sicológica de los dos años que transcurrirán bajo la pregunta de "¿Pero aun no encontraste trabajo?", no en vano, parece que el estudio no es trabajo, al igual que la denostada investigación tampoco lo es y parece no costar dinero. Sólo que al echar cuentas... Es jodido eso de tomar un café en casa antes de pedir perras ajenas para tomarlo en una terraza o decir "mama, dame para fotocopias". Se me retuercen las tripas.

¿Trabajar en una tienda, cafetería o similar? Sería posible, pero sin hacer de menos a la profesión, sospecho que sería un pozo más del que no saldría nunca. Preferiría que fuera la última esperanza y seguir paseándome con las manos en los bolsos. Y un taco de apuntes de historia del arte bajo el brazo.

Copiar de un libro, es plagio; copiar de muchos, investigación. Si ya escribí uno original, ¿por qué no podría escribir un temario para estas oposiciones teniendo en cuenta que no encontré ninguno y que me sobran los recursos?

Pues eso. Ansiolíticos, como dice Leti, y que pase pronto.

Y como estamos por la labor, vamos a contar historias de antiguos: en la imagen -una de mis iconografías favoritas-, Apolo Sauróctono de Praxíteles, finales del siglo IV aC. Perteneciente al Segundo Clasicismo o Clasicismo Bello representa todas las características definitorias del estilo y del autor: con una concepción anatómica perfecta basada en la correcta relación de las partes entre sí y con el todo, nos muestra al dios del sol como un joven en plenitud de facultades, acusándose en su elaboración un canon de ocho cabezas -una cabeza más que el canon establecido por Polícleto en su Doríforo, representación escultórica del hombre perfecto canónicamente hablando, y que será recurrente cuando se ejecute la religiosidad extrema puesta de manifiesto como un sentimiento interno reflejado en el rostro y la actitud en la obra de arte, de lo que El Greco y el Manierismo son un ejemplo claro-. La representación idealizada del dios es una muestra perfecta del pathos que dominará las representaciones de esta época: una vez conseguida la representación anatómica perfecta -el ethos, el sentimiento contenido característico de las imágenes del Clasicismo Severo anterior-, los derroteros lógicos de la representación artística se encaminarían hacía la consecución del reflejo de los sentimientos en la obra hasta llegar a la exaltación extrema de los mismos. A esto se une la humanización y la indolencia.
La primera característica es una derivación lógica de las etapas artísticas: tras una etapa de poder donde el arte se usa para la magnificencia de una representación y donde las iconografías muestran a los dioses como figuras magnas y omnipotentes, las etapas de crisis humanizan a las representaciones e incluso las llevan a reflejar actitudes poco propias de seres dignos o escenas de la calle (ejemplos dentro de la propia escultura griega serían las realizaciones helenísticas como el llamado "Niño de la espina" o incluso el "Apoxiomeno", obra de Lisipo que muestra a un dios-atleta que acusa el cansancio de manera similar al Marte de Velázquez. El comienzo de la humanización del mito queda servido, y la caída de Atenas como centro artístico del momento lo acompañará tras esta etapa que la preludia.
La indolencia es característica de Praxíteles, que alcanza gracias a estas actitudes y al uso del contraposto -torsión del cuerpo en la llamada curva praxitélica generada por el reflejo de la alternancia de miembros corporales en movimiento y giro contrario de hombros y caderas- el idealismo supremo reflejado en figuras juveniles, ajenas al mundo e inmersas en sus sentimientos, a lo que se une la perfecta técnica y el uso del esfumato en la ejecución de la obra, lo que hará de la misma poseedora de una calidad táctil que incluso permitirá apreciar la morbicidad de la piel. A consecuencias de dicho contraposto, aparece el tronco de árbol para dotar de estabilidad a la figura.
Pese a ser una obra de bulto redondo, aun presenta un punto de vista eminentemente frontal, no siendo hasta la fase posterior cuando las figuras requieran de una vuelta de 360 grados para verlas al completo.

Por último, sólo remarcar que pese a que Praxíteles sea el escultor de las Afroditas -primero en preocuparse por el desnudo femenino sólo reservado a los dioses en la época por ser representación del cúlmen de la belleza-, posee un amplio repertorio de faunos, sátiros y otros dioses masculinos. Entre estos últimos se encuentra este Apolo Sauróctono, a punto de matar al lagarto con una daga.

Eran curiosos estos griegos, pero esta imagen no deja de ser más que la alegoría del amanecer, o lo que es lo mismo: Apolo es el sol, el lagarto la oscuridad.

¿Alguien da más poesía e historia concentrada en una imagen?