Paneles de corcho antiguos

Un panel de corcho es una especie de cuadro hecho con láminas de corteza de alcornoque que se suele acompañar de chinchetas para permitir la fijación de notas a este cuadro. Normalmente sirven para aplicar recordatorios o fijar carteles.
En casa entró uno en los años finales de mi carrera para evitar el caos mental y quién lo ha visto y quién lo ve. Antes se mostraba a los ojos de los caminantes como un orgulloso recordatorio de las cosas por venir, afianzando la seguridad de no perder algo importante. Ahora, se nos muestra como un cúmulo de uniones y desuniones, de cosas venidas y por venir, de deseos y frustraciones, de recuerdos y pequeños olvidos. Para su suerte, priman en él las cargas positivas, pero acumula el peso de todo aquello que para no perderse se abraza a él en su tránsito perpetuo, como el calendario del 2004 que lo acompaña en su devenir. No es pereza por quitarlo, es que pocas veces se encuentra un calendario tan precioso como este con reproducciones de páginas de un libro antiguo.
¿Qué hay en mi panel? Hay una sentencia de perpetuo recorte de comida, una calle escondida, el sueño de una casa, un ojo de Alá llegado de Jordania, un duende que asoma la cabeza, una diosa oculta, recuerdos de lugares mágicos, los caminos de los trenes a su paso por mi lado, dos sobrinos adoptados, la cartilla de permanencia en el banco eterno del Paro, un nimbo de santidad en forma de disco duro despiezado, un remolino marítimo, una cruz de caballero templario mexicana, un gaitero pequeñito, un girasol perpetuo, varias entradas a gabinetes de curiosidades, un canario engullido por una maceta, un oso en perpetua navidad, un papá noel y su muñeco de nieve esperando la llegada de diciembre, el conejo blanco dubitativo, un colgante con dos letras cuyo significado desconozco, una grulla solitaria, un ángel pensativo, dos flores y una cometa abandonada por los vientos.

Claramente no sólo se encuentra afectado de una incipiente historicidad si no que un ordenado caos lo ha hecho su prisionero.