martes, 27 de febrero de 2007

Cosmogonías simbólicas e iconologías propias

Una casa es una vivienda que no se convierte en hogar hasta que el contacto con una persona no la transforma a una manera más cercana a si misma. De la personalidad de esa persona deriva la personalidad y aspecto de su hogar y una casa vacía puede ser perfectamente el habitáculo ideal para determinados ocupantes. Desde mi punto de vista, las casas de la gente dicen mucho de sus moradores y cada objeto y detalle en ellas colocado no es un hecho baladí: son su personalidad y su vida reflejada en un pequeño motivo. Durante dos años que duró el arreglo de la casa de la costilla, en mi tablón de anuncios estuvo colgado un grabado que representaba una vivienda del siglo pasado y su significado es claro: un intento por acercar visualmente una nueva situación para mi lejana. Ahora la situación ya se ha hecho casi palpable y llega la hora de hacer de esa casa un hogar y con este fin llegan los pequeños detalles que generan caos ordenados. A veces los presentas tú, a veces te los generan otros y de esos pequeños detalles va este rollo macabeo. El nido comienza a tener forma y las primeras cosillas fuera de la obra que aparecieron fueron un colgador de cerámica con una luna dibujada, un trajecito para botellas con forma de kimono y una botella de cristal azul donada amablemente por una sidrería de Tazones. La semana pasada se añadieron a la colección un sol y una luna que había visto en casa de una amiga y que me atrajeron enormemente quizá por algún tipo de reminiscencia pagana.
El tema de la iconología es complejo y su explicación más simple es el intentar dar explicación a los fenómenos inexplicables para la conciencia humana, sin recurrir a ciencia alguna. Por ello, dicho sol se ubicó sobre la cara interna del dintel de la puerta de salida a la calle y la luna sobre el de acceso a la salita, justo en frente de la puerta de entrada de la calle. ¿Por qué? Porque desde que comenzó ese proceso de transición de un estado habitual a un estado nuevo, la búsqueda de una uniformidad lleva al individuo, en este caso yo, a intentar hacer del nuevo lugar algo más afín y menos extraño. Por ello, al entrar, lo primero que se aprecia es la luna en la pared de enfrente, invitando a la paz y el descanso en el lugar al que da la bienvenida, mientras que al salir, el sol despide al habitante del futuro hogar y lo protege durante su tránsito. Son paganismos, sin más. Nada que ver con las mismas imágenes presentes en Quintanilla de las Viñas ni con las de El Conventín, no hay imagen simbólica cristológica ni mariana como se pretende, si no dos astros a secas que velan por el acólito, uno de día, otro de noche.
¿Qué diría de mí mi casa, si la tuviera? No lo sé, pero intentaría que mi hogar, como decían aquellos, fuera mi castillo, y fuese lo más acogedor posible. Mientras tanto, seguiré dejando a Selene velar por mi descanso y a Helios protegerme en el camino porque a algún ser inexplicable ha de el hombre encomendar su vida cuando las situaciones cambian y el destino se hace irreconocible y extraño. La presencia de la luna es la ensoñación, la esperanza y la búsqueda de la tranquilidad reflejada en su azul. Azul presente en la botella de cristal y en el colgador lunar, también. Está claro que tengo miedo a los cambios y sólo busco descanso y paz. Sólo una cosa me falta: aquello que represente la invasión de la intimidad ajena y propia que el cambio me causa. Creo que lo haré real mediante un cartel en la puerta de entrada que diga "Visitas sólo de 16:00 a 20:00 en días laborables"

Gracias Noe.

Si en lugar de Arte estudio Filosofía igual llego hasta a desbancar al actual cabecilla de la escuela filosofal oventense porque a veces, he de reconocer, se me va la pinza tanto o más que a dicho individuo... x-D

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