Surrealismo vívido

"Fregao" no es simplemente la palabra que define el que algo esté reluciente tras pasar por un fregadero, sino que también designa a un jaleo tremendo donde alguien se ve implicado.
El sábado me metí en un "fregao" alucinante. Tan alucinante que nunca me sentí más rara en un sitio que en este y normalmente me siento fuera de lugar en muchas situaciones. Por ejemplo, me sentí fuera de lugar el día que un niño me paró por la calle y me dijo "señora, ¿me puede decir la hora?"... ¿Con quién estaría hablando el guaje...? Hostia, si es conmigo :-( Va a ser que estoy vieja. Me sentí fuera de lugar el verano en que al pasar por el stand de la Feria de Muestras dedicado a la Repúbica Bananera había un concurso de dibujo y no pude evitarlo. Tuve que participar. Dos meses después me citaron como finalista de aquel concurso donde estábamos yo -el burro delante- y unas 30 personas más con una media general de seis años de edad. Me sentí tan fuera de lugar que cuando me dieron el premio -dos latas de kas en una minimochila y un juego de lápices de colores- no pude por menos que preguntarle a quien lo entregaba que si quería que me arrodillaba para no desentonar en la foto...
Pero lo del sábado fue muy raro. Debe ser que no me acabo de acostumbrar a la edad que tengo.
Al llegar y ver aquel ir y venir de gente, cuando conseguí localizar al monitor, no pude por menos que preguntarle lo de "¿Cómo no me avisaste para venir en pijama? Soy la única con chandal". Vamos: todos llevaban el traje oficial compuesto por prenda similar al pijama pero en negro y con cintos de colores. Yo en medio, con mi chandal de andar por casa y sin cinto de colores... La asistencia media era, por un lado, mujer, 60 años, teñida, muuy teñida, maqueada, muuuuy maqueada, y por el otro, hombre, 50 años, listillo, muuuy listillo, chulo, muuuy chulo y con menos aguante haciendo taichi que un bulldog subiendo escaleras. Vamos, aquello parecía más un desguace -donde yo no era quien iba a poner cacharros- luego algo fallaba. Menos mal que fue un mozu que viene a clase habitualmente conmigo y con una paciencia infinita. Total, entre los nervios que yo arrastraba que me lanzan un tic cuando menos me lo espero y que cuando hacía la secuencia "puños que golpean" mi contrincante me sacaba casi medio metro de altura por lo que difícilmente podría amagar lo de darle un puñetazo en la cara, ya que no llegaba, aquello fue la hostia en verso... Hubo descanso con pincheo incluido y la afición decayó tras la jartura de filipinos de chocolates varios y galletitas a tutiplén -¡ay, qué mal me sentaron las galletitas! se oía continuamente- y cuatro horas después, salí de allí totalmente destrozada de la espalda encantándome la idea de haber sobrevivido a aquella experiencia y "saber agarrar la cola a un gorrión" que cómo se movía el puñetero pájaro...
Por cierto, ¡qué tontos se ponen los paisanos cuarenta-cincuentones cuando se las dan místicos haciendo artes marciales! Como decía Galatea en el Hombre Bicentenario es que "me repatea el culo" esa actitud de animal desplegando algún encanto que no conseguí encontrar por ningún lado...
Toy repelente, no lo puedo evitar. Me pongo así cuando tengo delante a un tío haciendo un corrillo y contando batallitas seudomísticas con un teñido de pelos que todavía da más grima que él mismo al grito de "no te quedes sola mujer". Quita p'allá, bicho...
La cuestión es que me presta el taichi, pero estos saraos... o voy con alto grado de alcohol en sangre o no se yo... Eso sí, aprendí una cosa: cuanto más sutil es tu movimiento defensivo, más grande es la hostia que le das al contrario simplemente utilizando su propia fuerza de ataque. ¿Funcionará igual en el terreno psicológico? Es que me siento "maligna" cuando me pongo ;-)