Portugal 2008, parte II: Sáo Martinho do Porto, Nazaré y costa hasta Leirosa
Durante los días con sede hotelera en Peniche, realizamos pequeñas excursiones, entre 50 y 70 kilómetros, que nos llevaron a subir por la carretera de la costa hacia el norte. Lo de carretera es un decir porque al querer aproximarnos lo más posible a la costa, cogimos una que por tramos estaba íntegramente realizada en adoquines, relativamente buena en comparación con lo que encontraríamos después.
Hay numerosos miradouros, unos marcados y otros que saltan a la vista aunque no lo indique nadie porque toda la costa es un espectáculo. La carretera discurre entre pinedos y dunas de arena que se extiende hasta muchos kilómetros al interior, y junto con la carretera, una pista de correr que va desde Nazaré casi hasta Leirosa, y hay kilómetros, casi 40 creo recordar.
Nuestra primera parada fue en Sáo Martinho do Porto, de camino a Nazaré, pueblito con su casco antiguo y sus aberraciones urbanísticas, como en casi todo lo que encontraríamos a nuestro paso. Su encanto radica en que queda encajado entre una duna gigantesca y un acantilado, al borde de una bahía que en pleno verano tiene que ser una gozada. Tiene su puerto pesquero, el deportivo y un "túnel" que lleva al otro lado del acantilado y que aquel día estaba repleto de espumarajos. Lo pillamos en marea baja, en alta aquello debía de estar de un batido pistonudo. Mirando el precio de las cartas de restaurantes y en comparación con otros lugares de la zona, este lugar era un pelín caro.
Bahía de Sáo Martinho do Porto desde el acantilado, duna al pie de la entrada del mar a la bahía y túnel al "otro lado"
Hay numerosos miradouros, unos marcados y otros que saltan a la vista aunque no lo indique nadie porque toda la costa es un espectáculo. La carretera discurre entre pinedos y dunas de arena que se extiende hasta muchos kilómetros al interior, y junto con la carretera, una pista de correr que va desde Nazaré casi hasta Leirosa, y hay kilómetros, casi 40 creo recordar.
Nuestra primera parada fue en Sáo Martinho do Porto, de camino a Nazaré, pueblito con su casco antiguo y sus aberraciones urbanísticas, como en casi todo lo que encontraríamos a nuestro paso. Su encanto radica en que queda encajado entre una duna gigantesca y un acantilado, al borde de una bahía que en pleno verano tiene que ser una gozada. Tiene su puerto pesquero, el deportivo y un "túnel" que lleva al otro lado del acantilado y que aquel día estaba repleto de espumarajos. Lo pillamos en marea baja, en alta aquello debía de estar de un batido pistonudo. Mirando el precio de las cartas de restaurantes y en comparación con otros lugares de la zona, este lugar era un pelín caro.
Bahía de Sáo Martinho do Porto desde el acantilado, duna al pie de la entrada del mar a la bahía y túnel al "otro lado"
Nazaré esperaba que fuese un pequeño núcleo pero la realidad supera con creces a la ficción y la cosa es una mega urbanización incrustada a calzador en un núcleo urbano antiguo y extendida en torno a una playa larguísima y sobre una colina, de tal manera que se hace necesario -suponemos que para que el turista no se canse- un elevador que lleve a la parte de la ciudad situada sobre la colina.
El mar seguía metiendo miedo, no en vano dicen que la mayor ola de Portugal tiene lugar en la zona que queda bajo el acantilado situado al norte de Nazaré. No sé qué más decir, ya que las fotos hablan por si mismas... Bueno sí: que no puse un pie en la arena.
El mar seguía metiendo miedo, no en vano dicen que la mayor ola de Portugal tiene lugar en la zona que queda bajo el acantilado situado al norte de Nazaré. No sé qué más decir, ya que las fotos hablan por si mismas... Bueno sí: que no puse un pie en la arena.
Nazaré desde la colina, visión desde el paseo de la playa y "olas terroríficas"
El pueblo en sí era es una amalgama extraña conformada por montones de turistas de todas nacionalidades y portugueses de los que todos tenemos en mente ligados a esa imagen arcaica del Portugal de hace muuuchos años. Contrariamente de lo que se podría pensar, las imágenes de la mujer con el pañuelo en la cabeza y la falda oscura, con sus collares y pendientes de oro, sigue existiendo, conviviendo junto con los secaderos de chicharros y el vendedor del pescado seco. Esto me llamó mucho la atención porque bacalao salado sí que vi, pero vender chicharros acartonados apilados bajo el brazo del paisano en plena calle es algo que no creo que olvide nunca junto con las mujeres de todas las edades por la calle, en pie o sentadas, en cualquier lugar imaginable, portando un cartel en el que se leía algo tipo "alugase cuarto", vamos, se alquila habitación. Las había a decenas.
Secadero de pescado, mujeres portuguesas con cartelitos de alquiler de cuartos y calle de Nazaré
En Nazaré un sitio estupendo para comer es el restaurante "O Remo". El sitio es pequeñito, como de 5 mesas contadas. Se encuentra en una de las calles que entran de frente a la playa y no se da con él a no ser que se sepa la dirección o se miren los carteles de menús que pueblan el paseo de la playa. La recomendación: arroz con frutos del mar con un buen vinho verde. Para chuparse los dedos.
Cosillas de esas de recuerdo se pueden comprar tanto en el paseo de la playa como en las callejas interiores, pero las zonas por donde más se encuentran los típicos puestos de chucherías son en la boca superior del ascensor y en la zona más cercana al mismo del paseo: hay puestos a patadas con los típicos recuerdos del gallo, mantelitos, toallas... o también, y esto se encuentra en donde menos se lo espero uno, hay puestos que venden encurtidos y toda una maraña de rosquillas y panes dulces. A la salida de una curva en esta carretera que sigue la costa había una señora, en medio de la nada, con un carrito vendiendo "altamuces" -popularmente conocidos como "chochos"- y similares. Realmente sorprendente.
Por la carretera de la costa y con la barriga llena, el camino sigue entre pinos y dunas con alguna entrada destinada al uso de todoterrenos, así que los accesos a las playas a turismos está limitado a las poblaciones.
De sur a norte:
Cosillas de esas de recuerdo se pueden comprar tanto en el paseo de la playa como en las callejas interiores, pero las zonas por donde más se encuentran los típicos puestos de chucherías son en la boca superior del ascensor y en la zona más cercana al mismo del paseo: hay puestos a patadas con los típicos recuerdos del gallo, mantelitos, toallas... o también, y esto se encuentra en donde menos se lo espero uno, hay puestos que venden encurtidos y toda una maraña de rosquillas y panes dulces. A la salida de una curva en esta carretera que sigue la costa había una señora, en medio de la nada, con un carrito vendiendo "altamuces" -popularmente conocidos como "chochos"- y similares. Realmente sorprendente.
Por la carretera de la costa y con la barriga llena, el camino sigue entre pinos y dunas con alguna entrada destinada al uso de todoterrenos, así que los accesos a las playas a turismos está limitado a las poblaciones.
De sur a norte:
Costa al otro lado del peñón que hay al norte de Nazaré, desde el faro
Vale de Paredes, sur y norte
Pedrógáo, al sur y al norte y embarcación pesquera tradicional convertida en monumento
Y por último, Leirosa. Se hace raro, pero casi todos estos pueblinos eran iguales: consistían en una entrada desde la carretera general que enfocaba directa a una calle con un mirador semicircular a pie de playa y una estatua representativa de los oficios tradicionales, normalmente pescadores, vendedoras de pescado, hombres remendando redes...
En Leirosa, la cosa fue un poco rara porque fue el momento "me siento guiri" del viaje: te sientas en el mirador, sacas el bocata, y en frente de ti, 10 paisanos del lugar hablando a su manera y mirándote con cara rara, preguntándose los unos a los otros que de dónde saldríamos... Hasta que uno vio la tabla en el coche y dijo "De Peniche". Una escena muy rara.
Lugareños de Leirosa
Mañana, más :-)
Etiquetas: callejeando, fábula, mundo, postales, recuerdos, retazos de mi vida, turismo
3 Comments:
Esas olas si que dan miedo, y mira que a mi me gustan, eh?
Me ha encantado lo de las señoras con pañuelos por la calle, es genial, yo pensé que ya no las había!
Bellas fotos, Ana, las del mar me encantan.
Otra cosa coincido en todos tus gustos, pero todos ?eh? es increible, mil besos y mimos a hito.
Laurix, te juro que el miedo que daban tenía tela. Las paisanas con el pañuelo eran flipantes, además con una jeta las tías que ni te lo imaginas x-D
Cheche, como dice él, "es el fotógrafo" :-)
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