En silencio
"Cuando los demás hablen, tu escucha"
Así podría iniciarse un libro, un cuento, una historia de terror o quizás simplemente una maldición.
Apoyada en una pared, en silencio entre el bullicio que te rodea. Sentada en un autobús, una estación de tren o un parque atestado de gente. En un café, removiendo automáticamente el azúcar posado en el fondo de la taza mientras que el mundo gira del mismo modo a tu alrededor.
No debe de haber mayor soledad en este mundo que la que se siente rodeado de gentes que van y vienen, conversan, gritan, discuten, se ríen a carcajadas y airean sus planes al aire sin percatarse del torbellino en el que están inmensos, de la presencia silenciosa petrificada en un rincón y observante de todo.
Puede ser algún tipo de autismo, o simplemente un atisbo de locura o quizás de cordura.
Puede ser una mirada consciente sobre un mundo excesivamente dinámico e insensible a todo e inmerso en una velocidad y una dureza ajena a cuanto lo conforma.
Hace años, una escena de una película en la que una mujer anciana se arrancaba los dientes a pedradas para que la dejasen retirarse a la montaña donde iban los viejos para dejar de ser cargas familiares me dejó conmocionada. Últimamente no puedo sacarme esa escena de la cabeza.
Sigo observando, escuchando en silencio lo que me rodea, haciéndome mil preguntas silenciosas que nadie responderá nunca.
La consciencia es mala, nadie debería nunca de enseñar a nadie que ha de escuchar lo que le rodea porque muchas de las palabras que oirá y no podrá borrar se convertirán en piedras en su espalda y lo harán sentirse como la mujer del Narayama.
Hay días que no puedo soportar el peso de tantas piedras.
Apoyada en una pared, en silencio entre el bullicio que te rodea. Sentada en un autobús, una estación de tren o un parque atestado de gente. En un café, removiendo automáticamente el azúcar posado en el fondo de la taza mientras que el mundo gira del mismo modo a tu alrededor.
No debe de haber mayor soledad en este mundo que la que se siente rodeado de gentes que van y vienen, conversan, gritan, discuten, se ríen a carcajadas y airean sus planes al aire sin percatarse del torbellino en el que están inmensos, de la presencia silenciosa petrificada en un rincón y observante de todo.
Puede ser algún tipo de autismo, o simplemente un atisbo de locura o quizás de cordura.
Puede ser una mirada consciente sobre un mundo excesivamente dinámico e insensible a todo e inmerso en una velocidad y una dureza ajena a cuanto lo conforma.
Hace años, una escena de una película en la que una mujer anciana se arrancaba los dientes a pedradas para que la dejasen retirarse a la montaña donde iban los viejos para dejar de ser cargas familiares me dejó conmocionada. Últimamente no puedo sacarme esa escena de la cabeza.
Sigo observando, escuchando en silencio lo que me rodea, haciéndome mil preguntas silenciosas que nadie responderá nunca.
La consciencia es mala, nadie debería nunca de enseñar a nadie que ha de escuchar lo que le rodea porque muchas de las palabras que oirá y no podrá borrar se convertirán en piedras en su espalda y lo harán sentirse como la mujer del Narayama.
Hay días que no puedo soportar el peso de tantas piedras.
Hoy los Forbidden Colors de Ryuichi Sakamoto son mi banda sonora. Quiero llorar pero no me salen las lágrimas, sólo una amargura tremenda pero hay que continuar como sea. Algún día se irán como regodones arrastrados por una gran corriente de agua.
Etiquetas: días extraños, exorcismos, retazos de mi vida
1 Comments:
Yo tengo muy buenos recuerdos de "La balada de Narayama" y de verdad que a medida de que me voy haciendo mayor y conozco más MUJERES, más comprendo a esa anciana... Es una peli ddura,dura,dura y por eso hermosa.
Que no son piedras en la espalda... Que son historias para meditar mañana...
Un besito y un empujón palante (si no te molesta y desde el cariño...)
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