Hip! hip! Hipo!!!
Tantos años en compañía de mi amiga y no me deja de sorprender. Últimamente además de asimilar como propias enfermedades de tipo físico cuyos síntomas desconoce, ha decidido que también lo puede hacer con enfermedades sicológicas. De buenas a primeras, ¡zas! sufrimos de trastornos obsesivo-compulsivos, ansiedad profunda y mil males más de nuestro tiempo.
Seguro que no soy el único ser hipocondríaco al que le pasa esto, pero claro, tanta información a mano, es lo que tiene. Coges cualquier revista por muy pozoñera que sea y tienes un dossier informativo de varias páginas completas sobre "las 10.000 enfermedades mentales, -disculpen, quería decir desarreglos sicológicos- más comunes del mundo mundial".
Y claro, en esos momentos de relax en los que uno lee lo que pille más a mano, aunque sea la composición del jabón de ducha, va y se lo lee...
Los peores son los que vienen con autoevaluaciones puntuables donde puedes ver que:
Pues ni idea, pero últimamente mi hipocondría ha encontrado una con la que me siento identificada: hay un nuevo trastorno que dice afectar a la gente por la rapidez con la que todo funciona. Al igual que hay comida rápida, hay vida rápida en todos sus sentidos -debe de ser por eso cuando dicen los médicos lo de "tiene usted velocidad en la sangre" y el paciente no es piloto de F1-, siendo tal el índice de rapidez que la búsqueda del éxito instantáneo es la clave que vuelve feliz o profundamente desdichado al que se preste...
Pues vaya mierda. Yo no estoy demasiado de acuerdo con tales afirmaciones y aunque me identifico en ciertas épocas con esa sintomatología -aproximadamente cuando debería de exclamar a voz en grito por la ventana eso de ¡me encanta ser mujer!, pero en su lugar me apetece convertir en fémina al macho cabrío que realizó la publicidad de dicha campaña-.
Sólo hay un síntoma sicológico de mi hipocondría reconocida que no le desearía a nadie: que llegue un día en el que se sienta uno como el presidente recién llegado a un gobierno en el cual tenga que recortar el presupuesto destinado a fines sociales por la acuciante crisis económica y que resulte ser que el país no sea el suyo... Es algo así como sentirse ser el Sargento de Hierro, pero en retorcido: no mola nada.
¿Por qué dejarán a los sicólogos escribir reportajes para las revistas que la gente lee cuando está en el baño, si es el único sitio donde no sólo leemos si no que también reflexionamos sobre lo que leemos?
En fin...
Seguro que no soy el único ser hipocondríaco al que le pasa esto, pero claro, tanta información a mano, es lo que tiene. Coges cualquier revista por muy pozoñera que sea y tienes un dossier informativo de varias páginas completas sobre "las 10.000 enfermedades mentales, -disculpen, quería decir desarreglos sicológicos- más comunes del mundo mundial".
Y claro, en esos momentos de relax en los que uno lee lo que pille más a mano, aunque sea la composición del jabón de ducha, va y se lo lee...
Los peores son los que vienen con autoevaluaciones puntuables donde puedes ver que:
- Entre 10 y 20 puntos eres un individuo socialmente muy adaptado que circula pletórico por la vida.
- Entre 20 y 30, eres del montón tirando a sosainas.
- Entre 30 y 60, sufres ciertos síntomas del problema, pero se puede arreglar.
- A partir de 61 puntos, lo tuyo no tiene arreglo.
¡Mekawen todo! ¡JO! ¿¡¿¡Por qué siempre me toca en el sector chungo?!?!
Pues ni idea, pero últimamente mi hipocondría ha encontrado una con la que me siento identificada: hay un nuevo trastorno que dice afectar a la gente por la rapidez con la que todo funciona. Al igual que hay comida rápida, hay vida rápida en todos sus sentidos -debe de ser por eso cuando dicen los médicos lo de "tiene usted velocidad en la sangre" y el paciente no es piloto de F1-, siendo tal el índice de rapidez que la búsqueda del éxito instantáneo es la clave que vuelve feliz o profundamente desdichado al que se preste...
Pues vaya mierda. Yo no estoy demasiado de acuerdo con tales afirmaciones y aunque me identifico en ciertas épocas con esa sintomatología -aproximadamente cuando debería de exclamar a voz en grito por la ventana eso de ¡me encanta ser mujer!, pero en su lugar me apetece convertir en fémina al macho cabrío que realizó la publicidad de dicha campaña-.
Sólo hay un síntoma sicológico de mi hipocondría reconocida que no le desearía a nadie: que llegue un día en el que se sienta uno como el presidente recién llegado a un gobierno en el cual tenga que recortar el presupuesto destinado a fines sociales por la acuciante crisis económica y que resulte ser que el país no sea el suyo... Es algo así como sentirse ser el Sargento de Hierro, pero en retorcido: no mola nada.
¿Por qué dejarán a los sicólogos escribir reportajes para las revistas que la gente lee cuando está en el baño, si es el único sitio donde no sólo leemos si no que también reflexionamos sobre lo que leemos?
En fin...
Etiquetas: Diarreas mentales, exorcismos
2 Comments:
Ojalá solo les dejasen escribir ahí! :D
JAJAJA Otro hipocondríaco x-D
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