miércoles, 2 de julio de 2008

La pérdida del raciocinio

Decían las malas lenguas cultas que la religión es el opio del pueblo y que ante grandes dificultades, hasta el más ateo acaba creyendo en algún tipo de dios.
Siempre pensé que es la cultura o la falta de ella, lo que hace de una persona un fanático o un crédulo en potencia, unas veces de unas cosas, otras de otras.
Se puede razonar sobre el proceso que lleva a un grupo a seguir ciertos caminos y por devenir histórico acabar constituyendo una secta que pasará a ser una religión mayoritaria. Se puede razonar cómo a la sombra de esta religión mayoritaria surgen grupúsculos crédulos de otras versiones del mismo hecho que, al no ser reconocidas como oficiales, pasan a denominarse supersticiones.
Lo que no se puede razonar es por qué motivos la razón que razona todo lo anterior, un buen día, ante la adversidad sucedida sucesiva e inintermitentemente, decide que todo lo irracional es racional y acaba haciendo a la persona pensar que no sólo sería adecuado, si no necesario el cortar los efluvios negativos que pululan entorno a si.
Como dicen los gallegos, haberlas haylas, y hay días en los que lo más coherente es pensar eso de "voy a tener que ir a pasar el agua", o lo que es lo mismo, acercarme hasta la costa, que ya debe de estar el mar en condiciones del primer baño...

En la imagen, "Si amanece, nos vamos", serie Los Caprichos de Goya. Foto de Wikipedia.

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