martes, 6 de marzo de 2007

Museo de la Siderurgia

La zona en la que vivo fue durante el siglo XIX y XX el foco de un enorme desarrollo industrial y el motor económico del país junto con Avilés y varias zonas del País Vasco durante la posguerra. Esa industria se basaba principalmente en el metal y el carbón y de ella nos quedaron abundantes ruinas cuando en los años 80 se inició una reconversión industrial que dio al traste con la mayoría de los centros laborales de Asturias. Como se suele decir, no queda otra que renovarse o morir y la zona está dando un giro radical hacia el denominado sector servicios. De las ruinas de las empresas, lo que nos queda de aquella época, se viene poniendo de moda la denominada arqueología industrial de la que surgen los museos y ecomuseos en grandes cantidades. Los ejemplos mas cercanos son el MUMI -Museo de la Minería- y el MUSI -Museo de la Siderurgia-. El primero, de la que abrió tenía un personal de lo más borde que colaboraba bien poco en que los visitantes se interesasen por el proyecto. Actualmente han ampliado con la denominada "Casa de explosivos" y por volumen de visitas es uno de los más visitados de Asturias, recibiendo excursiones ex profeso desde varios puntos de Europa.

El MUSI, desde mi punto de vista, bien podría ser un homenaje a Duro Felguera: todos su fondos, edificio e intereses se decantan hacia dicha empresa histórica que nada tiene que ver con el actual grupo. Duro Felguera, anteriormente conocida como Sociedad Metalúrgica Duro Felguera y Compañía apareció en los terrenos de Langreo allá por 1850, creada en una zona llana cercana al río y a las minas carboneras por un extremeño que haría de la zona un importante núcleo del metal. Compró terrenos, creó la fábrica, minas para abastecer la fábrica... y el grupo creció hasta generar la actual población de La Felguera y conseguir que el tercer ferrocarril español apareciese precisamente aquí. Se gestaron parques, escuelas, academias mercantiles y una base industrial de enorme desarrollo. Después vendrían los problemas y todo esto se iría paulatinamente a la ruina en la que ahora se encuentran, conservándose los pocos edificios históricos que aun se han salvado de la especulación urbanística. Algunos de ellos son los primitivos talleres, oficinas y alguna nave industrial del antiguo núcleo de la Duro -sobre 1920- y el refrigerador que alberga el micromuseo del que hablamos. Todo en él gira entorno a dicha empresa y mis esperanzas sobre el mismo eran bastante pocas. Hoy, como colofón del curso, visitamos dichas instalaciones porque dicho museo está gestionado en parte por una empresa de emprendedoras salida de un curso similar al mio. La chica nos contó su experiencia y procedió a realizarnos una visita guiada. Los fondos del museo son más bien escasos pero muy ilustrativos del proceso siderúrgico. Es normal, es un proyecto de reciente creación y corta vida que acabará creciendo. El homenaje al que yo aludo será completo cuando se incluyan los recorridos turísticos por la zona, cuando pasará a darse una visión más cercana de la vida en la época: los denominados cuarteles de La Formiguera como vivienda para los empleados a pie de fábrica, el chalet de ingenieros ahora Palacio de las Nieves, los chalés también para ingenieros de la calle Conde Sizzo, las preciosas viviendas burguesas perpendiculares a la fábrica, el parque viejo, la escuela de los dominicos, las ruinas de los tallerones... Todo tendrá sentido cuando esas visitas se pongan en marcha. Mientras tanto, es un modelo educativo para disfrutar en breve gracias a estas mujeres. Sólo una cosa me decepcionó: esperaba una cúpula geodésica en el interior del refrigerante como techo a la gran chimenea que es, pero en su lugar encontré un pequeño techo acristalado que ni fu ni fa.
Datos prácticos: entrada 3 euros, café en la propia zona, 1 euro.
En la imagen de la entrada: grabado de los altos hornos de la fábrica a principios del siglo XIX.

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